martes, 14 de septiembre de 2010

Mi primera experiencia con el último secreto de belleza


Tengo una amiga, Isabel, con quien comparto la info de este blog, no a manera de texto sino en entretenidas conversaciones de mujeres, de las que después habrá que hablar a profundidad.

Isabel que es una amiga de las que uno no se encuentra todos los días, ha creado el texto que pego a continuación y, aunque ella tiene blog (yo tengo otro con mi nombre real), hay diferentes textos para diferentes escenarios y para diferentes públicos; este texto es como para este blog y como para ustedes, señoras y señores...

Isabel y yo hemos decidido incluir al final los comentarios que se han generado a raíz de este tema entre las amigas, todos copiados y pegados sin ediciones de ningún tipo y que nos parecen - a Isabel y a mi - igualmente graciosos.

Señoras, atentas, aquí va la receta última contra la vejez y sí, tiene que ver con el sexo, ¿no es acaso la vida maravillosa?:

"Resulta que mi socia, mujer de 40 años sin una sola arruga en la cara, la semana pasada me mostró una foto de ella hace 15 años, foto en la cual sale exactamente igual que hoy en día y me dio el tip: semen! Si señoras, semen a manera de crema antiarrugas, como este tip ya me lo habían dado y yo por escrupulosa ya tengo una buena pata de gallina, pues decidí dejar el asquito de lado y empezar a aplicar la técnica.

Lo primero fue contarle a mi señor marido a ver qué cara hacia y él como si nada dijo que buenísimo! Entonces yo muy valiente conseguí un tarrito para poner allí el líquido gelatinoso, que según las sugerencias de mi hombre debíamos almacenar en la nevera.

Primer detalle: yo conseguí el tarrito metálico, si ya sé que me van a decir que por qué, pues porque fue lo único que vi con el tamaño ideal, entonces mi marido lo primero que me dijo fue que ese no servía porque se oxidaba, yo ni siquiera había caído en cuenta.

Pues bueno sin tener tarrito porque no lo había conseguido, pues tiramos y yo no iba a dejar perder la formula de la eterna juventud, entonces lo primero que paso fue que cuando terminamos el muy querido me paso el condón lleno sin derramar una gota.

Yo nunca! Nunca! Nunca! Había cogido un condón después de, entonces primera sensación: esta vaina da un asquito! Si yo sé todo lo que había por fuera era mío, pero igual me dio cosita! Lo segundo: sacar la poción de allí… eso me pareció peor! Porque toca escurrirlo, entonces mientras yo hacía cara no se de qué, mi marido me miraba muerto de la risa. Tercer paso: echárselo en la carita! Yo, sin pensarlo mucho me lo eché, pero entonces decidí atacar toda la zona, esto era cara y cuello, sin caer en cuenta que si lo echaba cerca de la nariz, pues obvio: olía! Dio mío! Casi me muero, me alcanzaron a dar arcadas, entonces el muy proactivo, saco un tarrito de Vic Vaporuv para que me untara un poco en cada fosa nasal, según él, eso hacen los del anfiteatro y la verdad si alivia un poco.

Esta vaina se seco y claro ahí entendí cual era el truco, uno queda como si se hubiera llenado de botox, no se le mueve ni un musculito de la cara, yo creo que así uno tenga pesadillas la cara sigue tiesa! Y pues dormí así!

Ya me lo he echado dos veces y no se me quitan las arcadas, vamos a ver si resisto el tratamiento… o decido envejecer con altura!"

lunes, 13 de septiembre de 2010

La maldición del tipo casado


No todos los hombres son igualmente infieles, aunque sean infieles todos.

Están los perros profesionales. Fáciles de reconocer: galantes que usan el romance con un único fin, llevarlo a uno a la cama, usan las siguientes expresiones con asombrosa facilidad: muñeca, cariño, mi amor... cuando tienen tanta confianza para hablar así, es porque Usted no es la única muñeca de su corazón... es porque tiene colección de muñecas y porque generalmente son barbies, porque eso, o algo que se parezca a eso, es además su prototipo de mujer.

Pero hay otro tipo de infidelidad, que es la del tipo en esencia bueno, que comete un error. No es igual. No pretendo dármelas de sabelotodo, ni de ser experta en juzgar el carácter de la gente (aunque soy buena), pero esto sí lo sé reconocer a la legua. A mi, el tipo del segundo post me dejó curada... reconozco esos comportamientos y me repulsan... pero la sinceridad del tipo al que le angustia desearte, porque tiene serias intenciones de serle fiel a su esposa, también la sé reconocer.

Siempre he dicho que en relación con este tipo de experiencias, es mejor que a las que no les ha pasado se queden con su boquita cerrada, porque la fila del hombre casado la estamos haciendo todas... en algún momento llegará su turno; o, en algún momento llegará que, siendo Usted la señora casada, tenga el ímpetu del deseo por alguien más... Así que no juzguen lo que sigue a continuación.

Quisiera abrirle las puertas de mi corazón de par en par. Quisiera decirle que además de la infinita ternura que me produce, quiero besarlo, no de la manera que él me ha dicho querer hacerlo (aunque me imagino que también se muere por besarme a mi), sino que quiero hacerlo hasta que no aguantemos más, quiero decirle que no quiero verlo venir a la mitad de lo que puede venir, a saludar e irse, lo deseo hasta el fin, lo quiero para mi, "quiero llevarlo del cinema a mi cuarto, a protagonizar escenas de infarto", quiero pedirle que deje a su mujer por mi... yo en resumidas cuentas, quiero a ese hombre para mi.

Sé, que como esta situación a escalado sentimientos increíbles en muy corto tiempo, es posible que así de fácil esos sentimientos (y sentimentalismos) me abandonen, pero soy egoísta y quiero lo que quiero ya para mi.

Doy gracias que se encuentra en otra ciudad... ya le he dicho (y sí, sé que es descarado) que no seré yo quien ponga los límites que deben ponerse, que eso le toca a él... cosa que repite él también, porque se siente responsable de tenernos en esta situación, y cosa que realmente se esmera en hacer, aunque no lo haga del todo bien.

No soy inocente y sin serlo, no soy culpable de nada.

Por sustracción de materia. La situación me gana por w, él simplemente no vive en mi ciudad, y eso y sólo eso me salva de ser culpable de meterme en un buen matrimonio, porque sé que eso es lo que él tiene. Sé que no lograría más, sé que no dejaría a su mujer por mi, lo sé porque no ha dicho cosas fundamentales para reconocer eso. No ha dicho que su mujer es jarta, no ha dicho que estén mal, no ha dicho que esa relación se va a acabar. Ha dicho: "te hablo de mi amor inquebrantable por ella y de mi gusto por ti, no pasa nada malo con ella y oro porque no pase..." y eso, eso tan bonito me lleva a creerle, me lleva a quererlo, me lleva a desearlo para mi, aunque nunca pueda ser totalmente para mi. Me lleva a desear que todo lo fugaz e intenso que parece ser esto, lo sea en su totalidad de una buena vez por todas.

Porque lo que quiero es tenerlo aquí, para mi, para matar el deseo y el cariño... en una cama.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

En defensa de los rapidines


No todas necesitamos una hora de juego previo. No todas tenemos problemas para lubricar. No todas amamos las maratones de 4 horas en la cama. A algunas, nos gusta el sexo que viene a lo que va. Algunas empezamos a lubricar con la sola idea del que está por llegar.

Tuve un novio que estando encima de mi, cuando yo ya había alcanzado dos o tres magníficos orgasmos, empezaba a respirar... era una respiración aprendida en clases de yoga o algo así y cuando yo lo veía haciendo esos esfuerzos por durar media hora más, empezaba una guerra de poder en la que seguramente él pensaba, "no, no me vas a hacer venir", y yo pensaba, "ya, descarado, ya", mientras mi cara decía "soy la mujer más feliz". Porque si uno no pone esa cara no logra el cometido de dar por terminada la sesión... mis amigas hablaban en estos días de diferentes estrategias:

Me hago arriba, manejo el ritmo y termino eso.
Miro con cara de placer, digo que me voy a venir y termino eso.
Gimo y termino eso.

Hemos convencido a los tipos de que todas necesitamos miles de horas para quedar satisfechas, cuando eso no es así. He conversado con muchas mujeres que no tienen problemas para lubricar y alcanzar uno o varios orgasmos, pero que después de una hora de tirar, opinan que cualquiera glándula suya se seca y que es ahí donde empieza la incomodidad. Cualquiera es frígida después de hora y media de gemir y brincar.

No estoy hablando de la eyaculación precoz, incontrolablemente precoz. Ese tema, que debe ser tratado por especialista, no será tratado acá. Pero sí podemos, desde la experiencia de la dueña de este blog, reconocer las diferencias.

Esto se refiere más a una emoción compartida, a un saberse tan complacido, tan lleno de gusto de dicha y de satisfacción, que ya puede terminar sin dejar a nadie a la mitad, a un reconocimiento de las sensaciones del otro y de, como ya he dicho en otras entradas, a la confianza que nos permite decirle al otro: si quieres terminar por mi está bien, esta no es la oficina que reparte las medallas de campeón olímpico de esta modalidad y si necesitas certificación especial, con gusto se te dará... pero descansa tranquilo, yaaaaaa, yaaaaaa...