Nunca creí tener las fuerzas para confrontarme con esos sentimientos, pero una vez que empecé a escribir una carta que creí que no enviaría, me di cuenta de que no podría no enviarla.
Finalmente lo de J. y yo terminó. Como tenía que terminar: bien, bonito.
Con la seguridad de que no ha salido de mi vida y esperando que no lo haga, pero sí con la distancia necesaria que me prepare para otras cosas distintas, que son las que quiero, cosas más definitivas.
Es una medida preventiva, pero ya en este punto también caben unos pocos primeros auxilios.
Una cura en el corazón y un poquito de agua oxigenada para el alma, y ya está.
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