jueves, 20 de enero de 2011

El delicado ego masculino

Uno tiene que comportarse a la altura de la situación que se le pone en frente.

Llegamos al motel. En el cuarto inmenso, lleno de espacios diferentes, se me perdió el novio. Lo encontré bailando un baile sexy, sin ropa, frente a uno de los múltiples espejos.

Yo, que estaba también sin ropa, me quería morir de la risa, pero pensé:

¿Este hombre cuándo tendrá otra vez la oportunidad de bailar sin ropa frente a un espejo, para saber cómo se ve todo su cuerpo al ritmo de cualquier ritmo?

Si yo me llego a burlar, este tipo pierde toda la seguridad en sí mismo y no me lo vuelve a dar. Ese fue un poderoso argumento.

Yo no estaba enamorada, pero el cariño sí me alcanzaba para portarme bien. Para ser mejor de lo que quería ser.

Y no solo fui mejor... si algún momento me define es este.

Yo, con todo y lo ridículo que me parecía el baile sexy que mi hombre (digamos así para enfatizar) estaba protagonizando, me uní... me acerqué tratando de interpretar la música que sonaba en su cabeza (la música sonaba en su cabeza, no había más música), y de la manera más sexy y menos ridícula que pude (no creo haberlo hecho bien), bailé con él hasta convencerlo de que semejante espectáculo tan arrollador no podía causar otra cosa que calor y que por lo tanto teníamos que detenernos para hacer lo que sí sabíamos hacer bien.

Tirar.

Díganme si no soy una dama. Este evento en mi vida me define. Yo JAMÁS me cagaré en un ego masculino. No lo hice sin estar enamorada... no lo haré.

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